martes, 10 de abril de 2018

Una patente sustentable

En fechas recientes se hizo eco en todo el mundo con la situación realmente crítica que se está viviendo en Ciudad del Cabo, debido a la escasez de agua potable para sostener la actividad de sus habitantes. El tema es complicado pues sumado a la sequía más acuciante en la historia de esa ciudad sudafricana, existe una industrialización cada vez más rápida y se habla de problemas de corrupción en las altas esferas de cargos públicos, que no han invertido para hacer a la urbe un lugar sustentable.


Por otra parte, aunque quizá no sin relación, en redes sociales se celebró la concesión de una patente mexicana al ingeniero Jorge Antonio Lechuga Andrade, académico de la UADY, por su invención de un proceso para desalinización de agua, por medio de ósmosis inversa y usando un filtro centrífugo con generación de vórtices de Dean; patente considerablemente compleja, si tenemos en cuenta que en nuestro país generalmente sólo se registran leves mejoras al estado de la técnica, mini-patentes protegidas en México bajo la figura jurídica del modelo de utilidad.



Pero esta nota en plataformas como nation.com.mx, quien la publicó el 27 de marzo del presente, llegan a destiempo, pues la patente fue concedida por el IMPI con el título de patente 341692 a mediados del 2016. Desde entonces al parecer ha desaparecido y vuelto a ser publicada en diferentes momentos, con la diferencia de que ahora consiguió ser protegida en los Estados Unidos de América, trámite que aunque independiente al llevado a cabo en México, suele ser una aduana complicada para los inventores pero también una puerta de entrada hacia el registro de la patente en mercados importantes, como la Unión Europea o los países desarrollados de sureste asiático.

Sin embargo, quizá el obstáculo más grande para una patente sustentable, en todo el sentido de la palabra, sea el sistema de concesión de patentes en un país como el nuestro. Para que el ingeniero Lechuga pudiera obtener su patente en México, hubieron de pasar casi 6 años (se presentó solicitud en 2011), tiempo suficientemente extenso como para que la invención deje de ser tecnología de punta y pueda comenzar a ser de utilidad a la sociedad, especialmente en comunidades con poco acceso al agua. Y es que el segundo gran obstáculo es la financiación en el mercado de las patentes mexicanas, ya no sólo para sobrevivir a los años de trámite previo a la concesión, sino para impulsar su comercialización.



Falta pues mayor apoyo a nivel gobierno para simplificar o dar prioridad al análisis de tecnología mexicana y a vincular a sus inventores con fondos que les permitan expandir el radio de alcance de sus patentes, especialmente cuando pueden ser el núcleo de programas sociales de ayuda, por ejemplo para las comunidades costeras sin fácil acceso al agua potable, o que constituyan un mejor aprovechamiento de los recursos naturales del país, incluso a nivel industrial.


Enrique Israel Márquez Ángeles

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