Ayer 17
de febrero fue el Día del Inventor Mexicano y buscaba notas y eventos
relacionados con el tema. Hubieron algunos eventos
al respecto relacionados con el IMPI (Instituto Mexicano de la Propiedad
Industrial) y varias universidades del país, que son hoy los motores de la
inventiva. Pero en general casi nadie se enteró del día del inventor que se
conmemora en honor de Guillermo González Camarena, por haberle puesto color a
la televisión.
Lo cierto es que para casi todos pasó desapercibido, y más allá de la
celebración, tampoco se conoce por muchos que una de las formas más importantes
que nuestro país tiene para salir adelante en economía y competitividad (que
como gastan con ineficiencia los políticos esta palabrita) es el fomento a la
innovación y su debida protección para su explotación comercial.
Hoy por hoy existen algunos programas en universidades públicas y
privadas que están haciendo el esfuerzo de promover proyectos que potencien la
inventiva.
En México, somos muy inventores, pero tenemos que profesionalizar esa
inventiva a través de procesos que den como resultado poner el invento en el
mercado y explotarlo tanto en México como en otras partes del mundo.
Los países que calificamos como avanzados o que despuntan
económicamente, tienen como peculiaridad, que van por todo el mundo registrando
las patentes de sus empresas e inventores y recogiendo regalías de los países
donde comercializan sus patentes u otras formas de protección intelectual.
Me han tocado ver diablitos con muchos expedientes apilados que llegan
al IMPI con cantidades importantes de solicitudes de patentes, pero, regularmente,
no son inventos mexicanos. Según el dato que arroja el IMPI, en el año 2016, la cifra fue de 1,310 peticiones de
patentes mexicanas, de las cuales, a ésta cifra hay que considerar, cuántas de
ellas obtendrán en un plazo aproximado de cuatro años su patente, y cuantas de
ellas, por costo de proceso para su obtención, entre exámenes de forma y fondo
sobre los que hay que pagar derechos al IMPI y honorarios al especialista, quedarían
abandonadas. A su vez, esto no representará ni el 10% de todas las patentes que
se presentan o que se otorgan en México. Es decir, que más del 90% de las
patentes otorgadas en nuestro país son para extranjeros, por lo que el Estado
Mexicano trabaja en mucho para satisfacer las necesidades de inventos
importados que luego consumiremos gozosos.
El costo de una patente en México ronda entre los $30,000.00 y $50,000.00
pesos. Para una empresa mexicana o un inventor mexicano (que como inventor
individual tiene el 50% de descuento) esto resulta una cuesta arriba y se
vuelve un freno a solicitar la protección. Por supuesto que esto significa que
con la diferencia cambiaria, los montos en México para registrar una patente
les parezcan de risa loca, mientras que para los mexicanos se vuelve un
calvario económico difícil de franquear tanto para la economía de una empresa
como para la de un inventor individual que no puede vivir de su invento y que
seguramente se emplea en otra cosa para comer él y su familia, pero que le
tiene que dedicar a su inventiva pasión y mucho tiempo, y que además tiene que
pagar para obtener su patente y para poderlo dar a conocer sin miedo a que
pierda la novedad y a que pueda ofrecerlo con tranquilidad a alguien sin que se
lo “vuelen”.
Así que fue mejor que no se celebrara con bombo y platillo el Día del
Inventor Mexicano, porque en estas condiciones quizá más que celebrar
debiéramos reflexionar cómo le vamos a hacer para mejorar las facilidades, los
canales de comunicación entre los sectores públicos y privados para que la
inventiva tenga el lugar que debe tener en su justa dimensión. Lo de hoy no nos
saca del problema y no nos colocará con un país competitivo y sobre todo, no
nos generará una mejora en la economía, que podría darse, si tuviéramos la
suficiente sinergia nacional para usar un sistema que hoy sirve más a externos
que a mexicanos.https://www.facebook.com/fernandezdelcastillomx/